Delicadas, hermosas, abnegadas, románticas, simplemente: perfectas, así son las princesas de los cuentos. Historias que mandan a niñas y niños mensajes que se convierten en mandatos y que refuerzan muchos estereotipos sobre cómo deben ser las niñas cuando crezcan.
Nadia Fink es periodista y escritora argentina, que está cansada de esos estereotipos y tiene claro que muchas niñas no quieren ser princesas, quieren ser guerreras, libres e independientes, “hay muchas heroínas de carne y hueso, que ahora andan caminando por todo el mundo, sembrando su semilla de cambio”.
A partir de la editorial Chirimbote creó la colección de “Antiprincesas” cuentos que relatan la historia de personajes reales, latinoamericanos que cambiaron las reglas del juego, así como de brujas que no son malas, son sabias, tienen conocimientos, pueden ser guías.
Conocimos a Nadia en el pasado Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan y nos contó más de lo que hay detras de las antiprincesas y antiheróes.
¿La figura de las princesas es tóxica para las niñas?
Las princesas vienen desde hace siglos mostrando un modelo de mujer cargado de estereotipos llenos de varias características que sí creemos que son nocivas. Desde muy pequeñas se les muestran mujeres perfectas físicamente, (lo que se considera perfecto en la cultura). Mujeres sumisas que tienen que esperar un hombre que las rescate, que también dependen de un hombre, porque su legado es familiar, van a ser reinas y princesas solamente por familia, siempre las princesas son bondadosas, se bancan todos los males que les produzcan porque nacieron para ser buenas. Son características muy marcadas y que sí atentan contra una niñez libre y empoderada.
Es algo tan sutil y tan metido en la cultura, que no se nota, a veces, lo que puede provocar. Igual que decirle princesita o princesa a las niñas cuando son muy pequeñas, es algo muy común y creo que también es una manera de hacerlas pensarse a sí mismas así, cuando nosotras vamos creciendo nos damos cuenta de lo metido que lo tenemos en la cabeza y de lo que nos cuesta pensarnos con una libertad de amar o una sexualidad, o incluso para decidir lo que queremos ser. Desandar esos caminos se hace mucho más largo si no se empieza desde la infancia.
¿Y cómo fue la semilla de las antiprincesas para Chirimbote?
Yo soy maestra «jardinera» y desde mi formación pensaba ¿por qué los cuentos clásicos se siguen reproduciendo? El análisis sicológico dice que los cuentos clásicos vienen a ayudar a ciertos miedos de la infancia, por eso hay brujas, lobos y a mí me parecía que no había un análisis social de los cuentos.
Después como periodista me metí a hacer biografías de mujeres, y ahí veía que transmitir eso era muy importante. Junto con Pitu que es el ilustrador, que tiene una forma muy bella de acercarse a la infancia, muy sensible, y Martín que es el diseñador que crea también estos mundos cercanos a las nuevas tecnologías tratamos de acercarnos a las infancias, lo que también tiene que ver con respetarlas, y acercarnos nosotras a su lenguaje, no pretender a veces que sigan leyendo de la misma manera que leíamos cuando éramos nosotras niñas.